
El comunicado de Recursos Humanos llegó mucho antes de boca en boca que a cada computador, con un efecto fulminante. Suspendían tajantemente el decreto de trabajar media jornada, precisamente luego de casi mes y medio de haber sido establecido. Las reacciones no se hicieron esperar:
—¿Ocho horas otra vez?... ¡Gua! ¿Y qué pasó con lo del ahorro energético?...
—¿Yo no he visto que lloviera siquiera?...
—¡Primero debe hacerse oficial por los de Recursos Humanos; y eso es posible que sea el lunes de la semana que viene!
—¡No vale! ¡Qué va! ¡Yo ya tengo planes para esta tarde, así que!...
Teníamos claro que sí no llegaba ese Email, saldríamos en estampida a la una en punto. Y mientras esperábamos, una voz a mis espaldas expresó:
—¡Qué se jodan! ¡A mí no me la van a aplicar! ¡Ya mismito le explico a la Gerente que a mi hijo lo van a operar de las cordales mañana y pido dos días pa´cuidar a mi chamo!
El Email entró en cada bandeja justo antes que pudiéramos huir.
Al día siguiente todavía quedaba gente consternada.
—¡Esto de trabajar tiempo completo me ha descompensado todo!
—Sí, vale. Los de Recursos Humanos ya lo han evaluado y han comprendido lo fatal de esa disposición. ¡Han propuesto que la medida sea progresiva; hoy salgamos a las tres, mañana a las cuatro y pasado sí a las cinco como corresponde el horario!
La más desvergonzada de todas escuchó estas palabras tan esperanzadoras sin percibir el sarcasmo y preguntó muy solemne:
—¿Están hablando mentiras o es en serio?...
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