Recién escuché las declaraciones de un aclamado astrofísico parapléjico sobre su postura atea. Al expresar su negación total acerca de la existencia de Dios y su nula participación en el principio de toda la creación, me sentí aliviado. ¡Al fin un mundo sin maldad, crueldad, injusticias ni personajes de crueles intenciones me fue revelado! Luego surgió mi hipótesis; sin Dios tampoco existiría el mal, y este incapacitado, posiblemente, nunca habría padecido esa cruel parálisis de fe tan dentro de su alma. Hoy me levanté muy competente y me fui veloz al nuevo trabajo. Llegué puntual, optimista a pesar del pesado tráfico, con suficiente tiempo para esperar a que alguno de mis compañeros abriera la oficina y me permitiera entrar. Al poco rato me percaté de la necesidad de ajustar mi ritmo y frenesí al nuevo compás: sosegado, paciente y relajado por fuera, enfocado, diestro y cronometrado por dentro. Abundan los casos de personas enfermas añorando escapar lo más rápid...
Lectura amena para degustar y quedar con ganas de más, alejada por completo de los convencionalismos, es creativa y libre, por lo tanto con estilo propio.