Recuerdo cuando los conocí, tenía veinticuatro años. Fueron encuentros por separado, porque separados ya estaban cuando entré al círculo familiar. Mi suegro vivía fuera de Caracas, mi suegra, a muy corta distancia de mi casa en la capital. Al suegro le gustaba la vida sencilla, despreocupada y placentera, la vida rural. A mi suegra, por el contrario, la identificaba su conexión con el arte, la espiritualidad, la astrología y lo metafísico. Todo, absolutamente todo alrededor del modesto apartamento evidenciaba eso; en colores, texturas, luces y estampados, en aromas y sabores exóticos. Y a ella fue a quien conocí primero, a mi suegra y a su entorno. El lugar de procedencia y referencia de mi futura esposa. Parte esencial de ese hogar era su pequeña habitación, atiborrada de objetos juveniles y otros no tanto pero todos ellos ordenados y pulcros. Su cuarto era acogedor y emanaba en cada cosa su adorable personalidad. Dos años y medio después pasamos nuestra primera noche de b...
Lectura amena para degustar y quedar con ganas de más, alejada por completo de los convencionalismos, es creativa y libre, por lo tanto con estilo propio.