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«Rara Avis» ¿De qué va Pichones de un Escritor?

 

I

Estoy convencido, mi vida fue desde el principio una obra teatral, una gran historia llena de personajes interesantes y complejos. Como la de muchos otros seres humanos, pero, en mi relato personal, algunas escenas estarían marcadas por emociones y sentimientos intensos, contradictorios y capaces de dejar en mi alma una marca imborrable. Porque Alfredo Enrique Mambié Fernández, fue un hijo bienamado y resguardado por los primorosos cuidados de una madre sobreprotectora, exigente y preciosista en los mínimos detalles (moral, conducta, salud, higiene, ortografía, espiritualidad, modales y un largo etc.), y por un padre sabio, cercano y estable que quiso formarme como un hombre de bien desde mi niñez, mostrándome, desde que tengo uso de razón, la belleza de las cosas simples y valiosas de la vida; valorar la importancia de portarse bien y obrar de buena fe hacia los demás, con respeto, tolerancia, buena voluntad y consideración. Dando siempre el ejemplo con tus acciones. Ambos, mi papá y mi mamá, tuvieron gran influencia en mi interés por la lectura. También mi tía Gladys Fernández y mi prima María Luisa Alvarado, porque la consideraban una fuente de cultura, entretenimiento y saber. ¡Y un mundo mágico y fascinante que no lograría descubrir a su máxima expresión hasta alcanzar los treinta años!

II

Para explicar mejor esa etapa especial, debemos ubicarnos en 1997. Llevaba 5 años de casado. Teníamos por fin a Brian Alexis de Jesús, nuestro hijo bienamado, que luego de un funesto intento fallido, había logrado darnos a mi esposa y a mí una alegría indescriptible. Con sus apenas 3 añitos, su crecimiento y evolución nos llenaba por completo de alegría, orgullo y satisfacción. Y justo en ese tiempo, pese a tener tiempo limitado, ocupaciones y distracciones, llevaba siempre a mi lado un libro como acompañante. Sin dudas, no tener carro, y usar a diario transporte público, me servía como excusa perfecta para lograr completar la lectura de muchos libros, entre la ida y la venida a casa. En esos tiempos, escribirse cartas y notas cortas, seguía siendo un modo clásico, íntimo y romántico de comunicar tus emociones. «Escribir es poner tu ser interno frente a un espejo». Mis padres se comunicaban a través de cartas. Conservo dos de ellas, que me dedicaron cada uno en años distintos, durante su primer viaje a Europa. A mis 15 años escribí muchas sentidas misivas, inspirado en la primera carta que recibí a mis 13 años. Su autora fue Martha Helena Estrada, una jovencita precoz con el corazón ilusionado e inquieto, vivaz y coqueta como su mirada color mar azul. Un día quiso expresarme sus emociones, decorando con marcadores sendos corazones rojos formando una gran flor, usando un trozo de hoja de cuaderno escolar, impregnando en perfume su aroma femenino y su atrevimiento, valiente y tierno. Su memorable gesto en forma de declaración de amor fue un gesto inolvidable.   

III

Guiado por la intuición y la necesidad profunda de escribir, en 1997 realicé el primer acto empírico de pensar en confeccionar un libro. Porque fue una declaración consciente y un gesto inconsciente de encontrar un espacio artístico ideal para lograr expresarme con claridad. No era un acto pretencioso ni mucho menos. La labor tenía en mi cabeza la intención de rememorar instantes de vida que merecían ser relatados y llevados al papel. Mi oficio como Diseñador Gráfico y Director de Arte, me permitía conocer con mayor detalle ese mundo editorial, al menos desde el punto del maquetado y la confección de un diseño de cubierta y contraportada. (En 1993 le había ayudado a Moncho Márquez, un colega y paisano, a confeccionar la de su libro titulado «Ecos de Silencio», luego que la empresa Editorial Pomaire, se comprometiera por contrato a publicar su obra). Pero, mis pretensiones no era ofrecer ese trabajo a ninguna editorial, sino, lograr plasmar en ese formato, mis vivencias personales más apreciadas, y luego compartirlas con mis familiares y amigos. Nada más.

Estaba muy claro que mi carrera como Escritor podría despegar, si me comprometía a formarme en esa materia, con amor, enfoque, perseverancia y muchas ganas.    

 

IV

La labor la llevé a cabo diez años después en 2007. Investigué sobre talleres de escritura en avisos de prensa y encontré una oportunidad. Llamé, me inscribí y participé llevándoles como material literario mis dos libritos, mis dos pequeños «pichones» caseros. Había logrado crear «La Intríngulis del Mambi» y «Un Entresijo entre Cejas», una misma historia, separada entre mis relatos y recuerdos de infancia en uno, y mi etapa adulta en un segundo tomo. Fácilmente pudo haber quedado todos los episodios en un solo volumen, pero, me pareció más conveniente separarlos en dos mini libros.   

Al finalizar ese primer taller, el cual incluso se extendió una semana más de lo previsto, por la hermosa química entre los asistentes y la facilitadora Isabel González. Ahí, al despedirnos, me fue recomendado el probar suerte e intentar inscribirme en el CELARG, un legendario Centro de Estudios en Altamira, (Caracas-Venezuela). Presenté todos los requisitos y quedé seleccionado. El Taller era específicamente de «Escritura Creativa», tendría un año de duración, sería gratuito y nos darían la opción de poder imprimir de manera formal, nuestros trabajos finales en un libro recopilatorio. ¡La experiencia más trascendente y emocionante de mi vida a nivel artístico!

 

V

Nunca antes había logrado entender a fondo lo que significa la labor de un escritor. Pero, con este Taller de Escritura Creativa, la percepción me fue revelada. Y desde siempre le logré agarrar la caída. Porque no ejercí ninguna presión. Dejé que las emociones y la imaginación fluyeran. Me lancé al ruedo. Como lo hizo la adolescente que me obsequió su carta de amor. Se inspiró y buscó confeccionarla con cuidado y detalle espontáneo.

Recibir las instrucciones de cada actividad y cumplirla a cabalidad fue esencial. Nunca falté ni me atreví a dejar de cumplir con mis asignaciones. Sabiendo que serían evaluadas en público, que se tendría que asumir el efecto de la crítica, de la apreciación y de la pulitura artística. Qué cada día podría lograr hacerlo mejor. Y de ese proceso surgieron textos muy interesantes y nuevos. Ideas que se complementaban con muchos y variados elementos. La investigación del contexto histórico, las ideas que flotaban en cada tema que buscaba como fuente de inspiración, y ese instinto propio que fue ganando cada vez más confianza para explorar lo inexplorado. En 2011 mis colegas y yo, tuvimos el privilegio de lograr tener publicados en un volumen recopilatorio, nuestras historias mejor logradas. Y posteriormente, la creación de mi primer blog literario: «Pichones de un Escritor», porque en mí había surgido el sentimiento, la necesidad y la capacidad permanente de usar a la escritura como una nueva herramienta de expresión artística y comunicacional.

VI

Entre 2007 y 2025 fue el lapso de tiempo que me fui curtiendo. Escribir me ha permitido descubrir un mundo interior de gran fascinación y encanto. Han sido hasta ahora, 18 años de hermosos recorridos a lugares fantásticos, épicos, sensuales, fascinantes y emocionantes. La conexión con la escritura no fue un pasatiempo temporal o un tratamiento casero para hacer catarsis emocional; lo fue en un primer momento, y también es posible que siempre lo sea, pero ahora es también uno de los recursos artísticos más apreciados por mi persona, por mi alma y ser interno. Y no dejaré de agradecer a cada uno de los seres humanos que me ayudaron a llegar hasta aquí.

Amo escribir, amo mis historias y ocurrencias. No son perfectas, son ideas que surgen de un montón de influencias, artísticas, emocionales y de esa forma única que poseemos de apreciar nuestra realidad. Y no pretendo que sean reconocidas por otra cosa que no sea su valor como obra creativa. Todas y cada una han sido expresadas como el modo más genuino que he descubierto de rendirle un justo homenaje a mi existencia. Son «mis pichones de un escritor», frágiles, vistosos, inquietos y libres. Algunos lucen plumaje gris oscuro, otros son de texturas alegres y vibrantes. Todos siempre cuentan con su propia identidad y gracia natural. Algo que es hermoso, porque es creado para ser intangible, trascendente, inspirador; incluso poético.  


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