En 2007 tuve la grata experiencia de hacer hablar a un objeto inanimado. Fue curioso ya que representaba uno de los mayores retos planteados en aquel inolvidable curso de Escritura Creativa. Debíamos escoger cualquier objeto que quisiéramos, la única condición era que nos ligara a él algún sentimiento.
Inicialmente escogí un mueble clásico; un robusto escritorio de madera, el cual conservo en mi habitación. Lo heredé de mi prima María Luisa, estudiosa ejemplar, dándole otro uso; resguardar en sagrado orden mi colección musical. Por eso, al iniciar este peculiar ejercicio de escritura, me imaginé que ese particular objeto resguardaba en su interior un clavicordio.
Semanalmente fui estructurando mi historia, creando un interesante cuento. En cada parte avanzaba con fluidez y mucha imaginación. Aunque sentía que podía lograrlo, aquel mueble sólo era capaz de emitir sonidos musicales, no expresarse con verdaderas palabras. Fue cuando llegué a la parte final de aquella historia, cuando surgió otro objeto entrañable, mi vieja cámara fotográfica, obsequio de mi difunto y amado padre. Ella rompió el silencio, cobrando vida, volviéndose personaje.
http://pichonesdeunescritor.blogspot.com/2011/07/sinfonia-nocturna.html
De vuelta al 2015 me tropecé con un cuento escrito por el admirado escritor colombiano Gabriel García Márquez, titulado La Marioneta de Trapo, que ejemplifica la facilidad con que el Maestro Gabo no sólo logra imprimirle vida a un títere si no también lleva al lector a una profunda reflexión de vida. Me tomé el atrevimiento de ilustrar digitalmente con esta foto a su protagonista.
Si por un instante Dios se olvidara de que soy una marioneta de trapo, y me regalara un trozo de vida, posiblemente no diría todo lo que pienso, pero, en definitiva, pensaría todo lo que digo. Daría valor a las cosas, no por lo que valen, sino por lo que significan.
Dormiría poco y soñaría más, entiendo que por cada minuto que cerramos los ojos perdemos sesenta segundo de luz. Andaría cuando los demás se detienen, despertaría cuando los demás se duermen, escucharía mientras los demás hablan, y cómo disfrutaría de un buen helado de chocolate…
Si Dios me obsequiara un trozo de vida, vestiría sencillo, me tiraría de bruces al sol, dejando al descubierto no solamente mi cuerpo, sino mi alma.
Dios mío, si yo tuviera un corazón… Escribiría mi odio sobre el hielo, y esperaría a que saliera el sol.
Pintaría con un sueño de Van Gogh sobre las estrellas un poema de Benedetti, y una canción de Serrat sería la serenata que le ofrecería a la luna.
Regaría con mis lágrimas las rosas, para sentir el dolor de sus espinas, y el encarnado beso de sus pétalos…
Dios mío si yo tuviera un trozo de vida… No dejaría pasar un solo día sin decirle a la gente que quiero, que la quiero. Convencería a cada mujer de que ella es mi favorita y viviría enamorado del amor.
A los hombres, les probaría cuán equivocados están al pensar que dejan de enamorarse cuando envejecen, sin saber que envejecen cuando dejan de enamorarse.
A un niño le daría alas, pero dejaría que él solo aprendiese a volar. A los viejos, a mis viejos, les enseñaría que la muerte no llega con la vejez sino con el olvido.
Tantas cosas he aprendido de ustedes los hombres… He aprendido que todo el mundo quiere vivir en la cima de la montaña sin saber que la verdadera felicidad está en la forma de subir la escarpada.
He aprendido que un hombre únicamente tiene derecho a mirar a otro hombre hacia abajo, cuando ha de ayudarlo a levantarse.
Son tantas cosas las que he podido aprender de ustedes, pero finalmente mucho no habrán de servir porque cuando me guarden dentro de esta maleta, infelizmente me estaré muriendo...

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