En mi sueño recorro a pie un amplio y hermoso malecón. El mar
es extraordinariamente hermoso, el bello lugar es muy parecido a las exóticas
playas brasileñas, pero con un surrealismo particular. La costa está a mi
izquierda, es tentadoramente virgen, con aguas calmadas de espectaculares tonalidades
azules y verdes, muy similares a las playas de nuestro archipiélago Los Roques,
pero bordeando una costa muy recta, larga y casi interminable, dada su enorme
extensión.
Es pleno día, pero el sol no brilla; el viento sopla y experimento
una sensación extraña, al poder sentirlo más no escucharlo. El boulevard es
también bastante amplio, limpio; y a medida que avanzo por él, voy
encontrándome con multitudes de turistas en varios grupos; gente con distintas
edades, dispuestas y alegres a disfrutar de aquel paraíso. Curiosamente,
tampoco puedo escuchar lo que hablan. Las veo reír, conversar entre sí, nada
más. Sigo caminando, busco alejarme de ellos. Me percato que no hay nadie
bañándose en la playa, nadie. Me asomo hacia el borde donde finaliza la acera y
lo compruebo. El mar sereno forma una laguna sin olas, pasa por debajo del
malecón por donde camino, como si fuera este un gran puente.
Sorpresivamente por mi derecha se desplaza un hombre en
patines. Pasa junto a mí y se aleja rápidamente. Su rostro es plácido,
sonriente, y descubro al detallarlo que
soy yo mismo.
Me detengo.
Me detengo.
Las personas ya no están o he llegado a un punto donde estoy
solo, no estoy seguro. Me paro en el borde de la acera y decidido, me desnudo y
me lanzo en clavado a ese mar. Dentro descubro que es cálido y no tan profundo.
Nado a mis anchas con tranquilidad, desplazo mis brazos y piernas
de arriba abajo. En vez de ir hacia el mar abierto, permanezco muy cerca del
borde del malecón. Ahora estoy boca arriba, y plácidamente me dejo llevar. Veo
sobre mí la sombra del malecón, enorme, como una gran carpa oscureciendo el
cielo y las aguas donde nado.
Me sumerjo.
Me sumerjo.
Bajo el agua sigo percibiendo los intensos azules de ese mar
espectacularmente hermoso y vibrante. En segundos todo mi entorno se ha
oscurecido, todo. Sigo sumergido bajo el agua pero solo percibo intensa
oscuridad. Mi cabeza choca contra una dura roca. He llegado al límite del
malecón. Levanto mis brazos, y es ahí cuando me doy cuenta que sobre mí, sólo
hay un áspero techo de piedra y filosos corales. No hay espacio para salir del
agua y respirar. Se me escapa el tiempo, no ubico la dirección por donde regresar,
estoy completamente perdido.
Me despierto.
Me despierto.

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